martes, 20 de diciembre de 2016

En la despedida de Domínguez

Cuando hace unos días anunció Domínguez con una mirada en la que se podría nadar que su espalda había dicho basta muchos nos sentimos culpables.

Para encontrar la raíz de su dolor quizás haya que remontarse varios años atrás. A un tiempo en el que el Atleti era una sombra que deambulaba por las competiciones como alma en pena. Adictos a cualquier tipo de esperanza, fue verle entrar con asiduidad en las alineaciones y allí nos subimos. A su espalda. Lo hicimos por su condición de canterano y por una determinación al ir al corte que recordaba al semblante de los que esperaban a que abrieran las puertas de los grandes almacenes en el primer día de rebajas. He venido a llevarme el balón, te pongas como te pongas, parecía decir Domínguez cada vez que se medía a un delantero. Sin circunloquios. Sin excusas. Dejando que el corazón supliera su falta de estatura y sus carencias técnicas.

A medida que el calendario avanzaba, más iban encaramándose a su espalda. Álvaro se convirtió en compañero ideal, yerno perfecto y titular indiscutible en un equipo lleno de discusiones. Con el tiempo llegaron los títulos, las llamadas, aunque quedas, de los seleccionadores y, lo más importante, empezó a adivinarse el Atleti parecido a aquel que nuestros mayores nos contaron del que ahora disfrutamos. Domínguez seguía llevando a un gran número de aficionados a cuestas pese a tener mucho menos nombre y cuota de responsabilidad que otros. De repente, un día quisimos creer la enésima mentira y el central se marchó, como tantos otros antes que él.


También ahí tuvimos culpa. Nos apeamos de su espalda como si nada, como si nos hubiéramos pasado de estación por ir distraídos. El brillo de lo que Simeone estaba consiguiendo nos hizo olvidar un poco a Domínguez pese a que él nunca nos olvidó. Le habíamos dejado como recuerdo un dolor de espalda permanente y ese veneno que las rayas rojiblancas inoculan sin piedad en sus víctimas. De repente, reparamos en que el tiempo ha ido pasando y, al volver a reencontrarnos con Álvaro, vimos reflejado en su cara el dolor que le lleva mordiendo demasiados años. El dolor que le produjo llevarnos a la espalda cuando aún era un chaval.

Por una vez el club estuvo a la altura e invitó a Domínguez a la cena de Navidad del equipo, a la que asistió como uno más, lo que siempre ha sido, y le encomendó realizar el saque de honor del pasado partido ante Las Palmas. De esta manera pudo recibir el calor de una afición que le ovacionó con cariño y también con algo de remordimiento. Por lo del olvido y, sobre todo, por lo de la espalda. Espero que sepa perdonarnos con la misma grandeza con la que defendió la rojiblanca ¡Buena suerte, central!

jueves, 15 de diciembre de 2016

Imaginaria carta abierta a la clientela

No hay quien os entienda, la verdad. Parece que no estáis contentos con nada. Mirad el revuelo que habéis montado a cuenta del escudo. No habíamos acabado de presentarlo y ya estabais sacando del zurrón la monserga de siempre: historia, identidad, tradición, sensación de pertenencia a unos colores y a unos símbolos. Paparruchas. Menos mal que por un oído nos entra y por el otro nos sale, si no esto sería un sinvivir.

No creáis que no nos lo esperábamos. Sabíamos que esto iba a suceder. En el fondo sois totalmente previsibles. Debo confesaros que todo forma parte de un plan concebido por mentes mucho más preclaras que las vuestras. No ha sido más que una cortina de humo. El ruido a cuenta del escudo ha silenciado cualquier tipo de pregunta incómoda sobre el traslado al estadio. El debate sobre si el oso es ahora un koala con tortícolis y el madroño ha migrado a nube tóxica causante del efecto invernadero ha hecho olvidar el tema de los accesos que no acceden y el de las cuentas que no suman. Solo ha sido un subterfugio y de eso sabemos un rato. Tantos años de experiencia esquilmando sirven para algo.


Mientras debatís sobre las formas redondeadas del escudo o sobre el nombre de estadio exótico al que le hemos añadido las migajas de un apellido con aroma de antaño seguimos a lo nuestro. Desde hace ya bastante tiempo os habéis convertido en clientes. Ya no sois socios, ni abonados, ni casi aficionados por mucho que lo creáis. No tenéis ni voz ni voto. Vuestra única opción es la de tragar. Con lo que sea. Total, ya habéis tragado con una apropiación indebida, con una intervención judicial, con negritos y hasta algún blanquito que tuvisteis que merendaros. Hemos ido dejando morir el estadio que teníais en propiedad y os hemos llegado a convencer de que no había más salida que mudarse. Si no os volvisteis hacia el palco cuando no pusimos un duro o cuando nos visitaba el Racing de Ferrol, ¿lo vais a hacer ahora? No creo. Por si acaso no haremos acto de presencia, no vaya a ser.

A pesar de todo, debo decir que en el fondo me molesta vuestra actitud. Ese afán de protestar con la boca chica por cualquier nadería para luego acabar callando ¿Por qué no asumir desde el principio que este es nuestro cortijo? ¿No os ha quedado suficientemente claro después de tantos años? Me hace mucha gracia cuando oigo lo de que se debería haber consultado a la masa social. Aquí las decisiones las tomamos nosotros, que para eso cobramos como si metiéramos veinte goles por temporada. A vosotros os dejamos solamente la falsa impresión de que formáis parte de esto. Seguid con vuestras inanes pataletas románticas. Inundad las redes sociales de indignación e incluso manifestaos en los ratos libres, que aquí estaremos nosotros para no escucharos. Ciertamente, esto de gestionar con pretendido éxito un club como este tiene muchos sinsabores. Aguantaros, por ejemplo. Lidiar con vosotros que no ocasionáis más que molestias. La verdad, hay días que se levanta uno y dan ganas de mandar todo al garete. A veces dan ganas de dar un portazo e irse a dilapidar vuestro patrimonio a otro sitio. 

jueves, 1 de diciembre de 2016

Ha vuelto el Atleti

Sudor, contrataque y balón parado. La Santísima Trinidad de la religión cholista condujo a la victoria en Pamplona, retirando en gran parte la marea de dudas que los nuevos bocetos habían dejado. Ha vuelto el Atleti, pensó más de uno cuando al descanso reflexionaba sobre lo visto. Bastaron unos minutos para caer en la cuenta de que el añorado modelo se había hecho carne en la capital navarra pese al intercambio de golpes inicial, pese al necio penalti que Oblak supo descifrar con mano firme. Avisaron los de Simeone previamente como era costumbre: explotando al máximo los fallos del rival y recuperando la confianza en la estrategia. Llegó un gol de córner por fin y tuvo que ser Godín el que rompiera el maleficio de la pizarra. Un minuto más tarde, con el rival todavía valorando la herida dejada por la primera picadura, Gameiro finiquitó el choque definitivamente con un remate cruzado tras contragolpe fulgurante ¡Cómo se echaban de menos estos partidos que fallecían de inanición tras el primer gol del Atleti!

Es de justicia reconocer que gran parte de la culpa por la vuelta a los orígenes la tiene la presencia de Tiago sobre el campo. No falla. Cuando un rato antes de que los partidos del Atleti comiencen se confirma que sale Tiago de titular, las agencias de calificación de la deuda rojiblanca guardan todas las incertidumbres en un congelador no-frost de última generación. La inclusión del portugués asegura equilibrio, criterio a la hora de sacar el balón y, por encima de todo, mando en plaza. No extraña que el Cholo haya querido olvidarse de carnés de identidad y condicionantes estéticos. Contaban que cuando las fiestas del pueblo de al lado coincidían con los días en los que Matías, el pastor de espaldas tan recias como los montes en los que pasaba meses con el ganado, volvía a casa, los mozos iban con otro ánimo y hasta se atrevían a sacar a bailar a las chicas locales sin temor a ser lanzados al pilón. Ante cualquier escaramuza, Matías andaba al quite evitando que la sangre llegara al río. Lo mismo que Tiago, vamos. Miles de ataques rivales con pretensiones han muerto a sus pies por obra y gracia de su proverbial colocación. Miles de ataques rojiblancos de los que levantan del asiento tuvieron el prólogo de un primer pase suyo en vertical de esos que derrumban primeras líneas de presión. Con él sobre el césped el equipo se vuelve hermético, sí, pero también infinitamente más reconocible.


No es menos justo hablar también de Koke, no fuera a ser que algún despistado pudiera pensarle señalado por el párrafo anterior. La largamente perseguida y aplaudida adaptación del vallecano al mediocentro dotaba al equipo de un perfil más dado a plantear los partidos en una batalla a campo abierto en la que normalmente la pegada final decidía el rumbo. Siendo la apuesta válida en muchas citas, no dejaba de vivirse como una contradicción para un ejército que se mueve con comodidad en la guerra de guerrillas. Probablemente no fuera Koke el responsable de que el equipo se mostrase más vulnerable, pero ciertamente el resultado perdía empaque. Con él en el puesto de interior que le pertenece desde hace casi un lustro, se aprovechan de igual manera sus cualidades sin desguarnecer la fortaleza. Si en las impensables cotas alcanzadas no hace mucho Koke se movía en terrenos del ocho, ¿por qué cambiar? Su paso atrás no deja de ser un recurso a valorar, pero no tiene por qué ser el nuevo dogma.

Retornó el Atleti, el de siempre, cuando más necesario parecía. El partido del Reyno de Navarra comparte ADN con tantos otros encuentros en los que el conjunto colchonero consiguió la victoria desde el juego directo y la defensa sin fisuras. Choques que agonizan sin esperanza hasta el pitido final cuando los de rojo y blanco se ponen por delante. Es de imaginar a los próximos rivales contrariados, pensando en las mayores posibilidades de arrancar algo positivo con aquel otro Atleti menos áspero que se ha mostrado en el primer tramo de la competición. Sabemos que ese Atleti existe. Sabemos que es un lugar al que podemos volver e incluso disfrutar la estancia, pero este otro Atleti de Pamplona es el hogar. Nuestra casa. Ha vuelto el Atleti.