martes, 12 de julio de 2016

No aprendemos

Artículo publicado en CTXT:

http://ctxt.es/es/20160706/Deportes/7107/Futbol-Eurocopa-final-Portugal-Francia.htm

La final de esta Eurocopa plomiza resultó coherente con el denso guion que ha caracterizado a la competición. El resultado final se adivinó a los nueve minutos, los que discurrieron hasta la lesión de Ronaldo, pero tardó en mostrarse casi cien minutos más. Demasiados. Hubiera bastado parar el partido en ese punto, justo cuando Francia dejó que se enfriasen los ánimos encendidos por una Marsellesa de pelos como escarpias y Portugal encontró un mártir al que encomendarse para conquistar la victoria. El resto fue relleno, como lo ha sido todo en un torneo tan largo como perfectamente olvidable.

Tras la postración lacrimógena y posterior visita anunciadora de la polilla al delantero, los lusitanos parecieron liberados. Hay estrellas que exigen tanto que son incapaces de nivelar la balanza con sus aportaciones. Desprovistos del yugo del enorme ego del de Madeira pero con su imagen doliente sobrevolando el terreno de juego de Saint Denís, los portugueses se descubrieron cómodos de repente ante una Francia que exhibía poco más que músculo. Apareció menos Griezmann, aunque tuvo la final en su cabeza por dos ocasiones, y no hubo noticias de Payet, acaso afectado por prender la cerilla que comenzó la hoguera de la nueva Juana de Arco.


La idea de Deschamps, que es un Javier Clemente nacido más allá de los Pirineos, de poblar sus alineaciones de mediocentros con lomos de porteros de discoteca funciona con Alemania, España y otros combinados de corte esponjoso, pero se descose cuando se mira en el espejo táctico. Conviene reflexionar profundamente si tu ataque es comandado por Sissoko. Mención aparte merece Pogba, por el que a no mucho tardar alguien pagará una factura desmedida con el objetivo de poseer su peinado y su poco fútbol. Segundos antes del gol portugués, que con el paso de las horas se antoja más justo, planeaba Didier sacar al campo a Kanté. Pocos cambios desnudan los principios de un técnico como aquellos que pudieron haber sido y no fueron.

Fernando Santos, en cambio, puso sobre el campo a un delantero en el que ni él mismo creía para abrochar una vanguardia superviviente a dos extremos que mostraban muchos más años que desborde. La valentía, aunque tímida, recogió su fruto en un disparo lejano que mereció evitar la tanda de penaltis. El antihéroe que fue héroe por un día se llama Eder y tiene garantizada esa titularidad que se le resiste sobre el terreno en los libros de historia. Su relato debería servir para recordar que, entre todos, como un equipo, es como se juega a esto antes de volver a plantear cada partido como un continuo cara a cara. Portugal se alza con el trofeo de manera tan merecida o inmerecida como lo hubiera hecho cualquier otro contendiente e inaugura su casillero de triunfos rotundos de manera coral. Es de suponer que hoy o mañana, Lisboa vivirá una gran fiesta en la que, como colofón, sacarán en procesión el paso de la Dolorosa para su veneración. No aprendemos. 

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