martes, 27 de mayo de 2014

Lo divino. Lo humano


Se pone uno a escribir esto y sigue notando el nudo que desde última hora del sábado se instaló en ese hueco entre los pulmones y el estómago en el que se hacen fuertes estas cosas cuando nos sorprenden. Se nota más atenuado, eso sí, pero solo por el paso del tiempo, esa universal medicina que cura todo menos la idiotez…

Lo divino

Maravillosamente divino es lo que este equipo ha conseguido. Ganar la liga de manera brillante y plantar cara hasta el último instante en la final de Champions a un rival, al rival. Le queda a uno el regusto amargo de la última batalla y gustaría que se produjera un último homenaje. Tal vez de manera más íntima. Una visita no institucional a Neptuno, solo ellos y nosotros. Sin pasarelas. Sin la animación de Carlos Jean. Sin ponerle una bufanda al rey de los mares, a ese dios barbudo y rojiblanco al que obligamos a tener siempre la casa recogida de la de veces que vamos a visitarle últimamente. A uno le consta que ellos lo saben, pero le encantaría ese último brindis. Ese último baile de reconocimiento. Esa ovación cerrada que merecen por un año inolvidable, por una temporada en la que se han hecho sitio en la leyenda.

Milagrosamente divino es lo que Simeone ha creado. Fue entrar El Cholo en la sala de prensa y los allí congregados estallaron en aplausos. No era para menos. Al verle tocado pero nunca hundido fue más Simeone que nunca. Más nuestro. Ordenó y no aconsejó, porque lo que dice nuestro entrenador son órdenes para nosotros, no derramar una lágrima por este equipo y tenía razón una vez más. Este equipo merece reconocimiento, celebración y hasta ponerle un piso de tres dormitorios y plaza de garaje para coche y moto de pequeña cilindrada pero nunca pena. Se fija uno en este Simeone del sábado y le ve más animado en la derrota que lo que parece en la victoria y a uno le encanta. Recuerda uno que este mismo equipo, salvo Villa y algún otro que no servía en aquel momento, coqueteaba con el descenso en manos del grisáceo Manzano y no puede dar crédito a lo que lleva viviendo en estos últimos tiempos. Gracias Cholo.  

Divina, como es costumbre, se mostró la afición antes y después de la cita. Antes, desplazándose en masa a Lisboa sin pararse a pensar en el nimio detalle de tener entrada o no para el evento. Iba la afición a Lisboa para ver el partido pero también para estar con los suyos, con sus iguales. Los que quedaron en casa sacaron en el prólogo y epílogo del partido esas camisetas del Atleti que no se había quitado nadie desde la celebración de la semana pasada. Es curioso como el aficionado atlético siempre sabe medir cuándo ponerse la camiseta, poniéndola de igual manera en la victoria y en la derrota, midiendo los momentos en los que se luce, lo que le diferencia sustancialmente de aficionados de otro equipo que solo se enfundan su sosa camiseta cuando se gana. Después, volviendo con la tristeza instalada en el pecho pero orgullosos. Sabiendo valorar en su justa medida la gesta realizada. Cansados y con el ánimo algo magullado, nunca derrotado.



Pasadas unas horas, uno se da cuenta de que detrás del nudo hay algo más, algo que ocupa incluso más espacio que el nudo del que ya casi no queda rastro. La inmediatez del momento nos había hecho reparar solo en el nudo y en nada más, pero allí hay algo mucho mayor y más importante que cualquier nudo. Se trata de orgullo…

Lo humano

De manera comprensiblemente humana se comportó el equipo en los últimos minutos del tiempo reglamentario y en la prórroga. Pese a haberse comportado como dioses, detrás hay hombres. Hombres acalambrados, hombres exhaustos por demasiados partido a partido, demasiadas finales para una plantilla más corta de lo que su inmensidad esconde. Humano es Diego Costa y humana es su pierna, por más placenta que se añada al guiso. Tal vez eso les haga más grandes, su humanidad. Su capacidad para parecer inmortales cuando son como nosotros.

Ya se sabe lo que es una final. La cara y la cruz. El ying y el yang. Risas y llanto concentrados en un estadio. De todo tuvo esta final y todo estuvo dentro del guión que suelen seguir esta serie de citas salvo algunos aspectos miserables y repugnantemente humanos. Por ponerles un ejemplo, el de un ex presidente de gobierno que, para más inri, ejerce de relaxing alcaldesso consorte de la ciudad a la que pertenecen los dos contendientes en la final, saltando como una quinceañera ante los goles de uno de ellos, cosa que a uno no le parece normal ni elegante y que ha empujado a varios indecisos o abstinentes de voto a los colegios electorales en la jornada posterior al encuentro. De infrahumana vileza puede calificarse también la celebración de un gol superfluo y la posterior ejecución de bicicletas de la plañidera lusitana, siempre dispuesto a engordar su leyenda de inutilidad en partidos importantes, en partidos de hombres. Dispuesto a ser idolatrado más si cabe por los del mal perder y peor ganar demostró una vez más su catadura moral, su osadía por la espalda y su cobardía cara a cara. Nada que nos extrañe.

Veleidosamente humana parece ser esta copa que se echa de menos, y no por falta de méritos, en nuestras vitrinas. Van ya dos veces que nos deja plantados en el altar, a punto de pronunciar el sí quiero que nos una para siempre. Tiene esta copa curriculum de veleta y de ello pueden dar testimonio Benfica, Milán y Bayern, por poner un ejemplo, pero con ninguno ha mostrado un comportamiento de calientabraguetas como con nosotros. Osó en su día a plantar a Luis y ahora ha osado a plantar a Simeone, dos grandes de nuestra historia. Seguro que nos volvemos a encontrar en el camino cualquiera año de estos. Ella, melosa como siempre, se enganchará de nuestro brazo con salero y esta vez será para quedarse a nuestra vera.


En el aula de la escuela que el domingo hacía las veces de colegio electoral, uno esperaba su turno con la camiseta rojiblanca puesta. Notaba uno sin hacer ningún caso como las miradas se posaban en él y oía murmullos. Comentarios condescendientes vertidos por lo bajinis de los que ese día y solo es día se habían puesto la camiseta descolorida remetida bajo la cinta de la riñonera. Abarrotado estaba el recinto de números sietes, de reconocimientos a la ruindad y la villanía cuando a la cola que se estaba formando frente a la mesa de al lado llegó un niño de unos seis años de la mano de su madre. Se me quedó mirando unos segundos y sonrió señalándose el escudo de la camiseta rojiblanca que también él vestía. Ponía Gabi en la espalda.

10 comentarios:

  1. simplemente atlético de Madrid

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  2. Señor! que usted un Señor! Que manera de emocionar tiene usted...siga deleitándonos por favor con cada artículo,e instruyéndonos.Gracias.

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  3. ¿Señor? Que aunque aparente uno una vejez prematura todavía está en edad de merecer....

    Gracias a todos..

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  4. Sublime, con un final apoteósico.
    Un abrazo y muchas gracias.

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    1. Sublime (e infinito) es el coraje de nuestro capitán....

      Un abrazo, Don Paul

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    2. Ayer me comentaron que Gabi había jugado el último mes con una fisura en la costilla. El Gran Capitán.

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    3. De esa costilla fisurada de Gabi debería crearse el Atleti del futuro...

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  5. No se crea que me he olvidado de usted D. Emilio, es que no levanto cabeza. Pero del trabajo, porque por lo otro la llevo orgullosamente alta.

    Buenos dias. Y gracias por sus escritos. Veremos que nos depara la nueva temporada.

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