Unos lo
llaman pálpitos, otros lo llaman tener un don. Lo llamen como lo llamen sus
convecinos, todo el mundo en el pueblo sabe que Crisóstomo tiene un sexto
sentido que se manifiesta en ocasiones singulares. Lo tiene desde pequeño, no
crean, aunque hasta que fue capaz de conocer su don y convivir armoniosamente
con él lo pasó medio regular. Muchos fueron los viajes a la capital de la
provincia para visitar a un especialista en aparato digestivo que atendía por
lo privado al módico precio de mil duros por sesión, muchos fueron los viajes
de vuelta al pueblo con la falta de un diagnóstico claro flotando en el
compartimento del tren regional. Será cuestión de intolerancia, decían unos,
será que tiene la solitaria, argüían otros viendo lo enjuto que estaba el niño
pese a los cuidados de su madre. El caso es que Crisóstomo, a pesar de dietas
blandas y gachas nutritivas, experimentaba los mismos síntomas que alguien que
se va por las patas abajo en cuanto algún suceso destacable iba a suceder. Se
descompuso notablemente horas antes de que encontraran a Aquilino, el de
Isaías, colgado de un olivo tras perder las tierras en una partida de julepe.
No salió del baño el día en el que el mayor de la Eufrasia se presentó en la
procesión del Cristo con peineta y maxifalda confirmando las habladurías que lo
calificaban de suave. Lo que comenzó como una casualidad a la hora de hacer
vaticinios digestivos, se convirtió en un oráculo en toda regla al que los
lugareños acudían para disipar cualquier duda que pudiera rondarles la nuca y
el entrecejo: “Crisóstomo, ¿se puede plantar cebada en la parcela de Julio el
Manco? Es que si no, no planteo arrendamiento” “Anda Crisóstomo, mírame en las
tripas si mi Casimiro me la está dando con queso con esa prima lejana de
cercano trato” “Crisóstomo, tengo a Norberta triste y no da la leche de antes,
¿qué debo hacer?”
Así es
Crisóstomo, su intestino predice sin fallo cualquier acontecimiento venidero,
soluciona disyuntivas y hasta es capaz
de saber si el desenlace será trágico o feliz dependiendo de cómo se presente
el apretón. Si las tripas le cantan, como él dice, es que será para bien. Si se
le eriza el vello de los brazos ante el retortijón, prepárense que vienen
curvas. No hay nada de ocultismo, es ciencia digestiva en estado puro…
Andábamos antes
de ayer reponiéndonos de la siesta, una de esas siestas que uno guarda para el
verano, esas de sudores, aromas de gazpacho y etapas rompepiernas del Tour,
cuando saltó la noticia del fichaje de Villa por el Atleti. Nos pilló a
desmano, nos pilló algo dormidos todavía y probablemente todo eso junto no nos
permitió formarnos una opinión a bocajarro. Pasadas las horas y analizados los
pros y contras de su fichaje con las tripas, sabias consejeras aún sin la
precisión que atesoran las de Crisóstomo, uno debe reconocer que no le disgusta
el fichaje de Villa pero con atenuantes, con esas desconfianzas inherentes a cualquier
operación que desde el club se aborda.
Lo primero
que sorprendió es el bajo precio del traspaso, lo que fue atribuido por algunos
maledicentes al efecto de las rebajas caniculares pero debe ser analizado desde
el punto de vista de la alta ficha que el delantero trae debajo del brazo. Lo
siguiente que hizo el personal es irse a los buscadores de Google o las
Wikipedias de turno para certificar la edad de El Guaje. 31 para 32. “Yo creía
que tenía menos”, decía en la terraza del paseo marítimo aquel señor que
impregna la noche de olores a aftersun para aliviar las quemaduras del sol
justiciero. Llega al Atleti un jugador cuajado, con lo bueno que tiene eso en
cuanto a experiencia y saber jugar partidos grandes y con lo menos bueno que
tiene al ser una apuesta de corto plazo, lo que por otra parte no debería ser
un problema en una entidad en la que cumplir el contrato firmado es de una
rareza comparable a conseguir un crédito hipotecario para una segunda
residencia en los tiempos que corren.
Inevitablemente,
el asturiano tendrá que soportar desde el mismo momento en el que se enfunde la
sagrada camiseta rojiblanca la comparación con Falcao y muchos goles tendrá que
firmar para hacer olvidar al colombiano de las botas de Hello Kitty. Objetivamente,
el equipo pierde potencial y colorido en el calzado pero al final todo dependerá
del resto de incorporaciones a realizar. Puestos a comparar y demostrando
nuestros conocimientos en sistemas de ecuaciones complejas, cuarenta y cinco
millones del colombiano menos cinco millones del de Tuilla, dan para potenciar
al equipo de manera notable, hecho que se niega a la mayor desde las oficinas
del club y las redacciones de medios paniaguados esgrimiendo la deuda como
variable que siempre hace que las cuentas no cuadren. La deuda, esa maldición
de proporciones bíblicas que parece habernos caído como a quien le cae la
varilla de un cohete en un ojo el día de la elección de la reina de las fiestas
del pueblo.
Llega Villa
y parece venir con ganas. Con ganas de estar aquí y con ganas de demostrar que
le queda cuerda para rato. Ojalá que le vaya muy bien. Ayer noche pedí a la tía
Fructuosa, la que vive dos puertas por encima de Crisóstomo, que le preguntara qué
pálpito le da el fichaje de Villa intestinalmente. Esta mañana me llamó la tía
Fructuosa para comunicarme oficialmente que las tripas del oráculo del pueblo cantan
cuando Crisóstomo visualiza al asturiano de rojo y blanco. Eso es buena señal y
no hay nada de ocultismo. Es ciencia digestiva en estado puro.
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