viernes, 31 de diciembre de 2021

¿Cómo estamos (capítulo 1)?

Llegados a estas alturas de la temporada, envueltos en turrones, test de antígenos y cuarentenas menguantes, bien merecen las circunstancias un repaso sobre la actualidad rojiblanca, que ya va siendo hora de desempolvar la pluma. 

-Pero, Don Emilio, si todavía no ha llegado el fin de la primera vuelta. ¿No queda esto escasamente simétrico y precipitado?

-Mire oiga, si quieren simetría y templanza, vayan ustedes a buscar a Jurgen Klopp, que es un señor cabal de esos que ya no quedan, siempre que gane, claro. Si pierde, se amohina y expulsa espumarajos por su teutona boca. ¡Qué hombre, Jurgen Klopp! ¡Siempre en chándal y siempre elegante! 

Hasta el momento, la temporada del Atleti debe ponderarse teniendo en cuenta dos variables de contexto principales. Por un lado, la sensación de que el destino en forma de nueva anormalidad nos privó de disfrutar debidamente del título del año pasado. Podría decirse que una parte de la afición atlética anda con las ansiedades por la nubes y se reencuentra con el equipo con la necesidad imperiosa de recuperar un tiempo que se considera perdido. Afronta entonces el impaciente seguidor los partidos con la actitud con la que sale de noche un padre de familia numerosa. No acaban de cumplirse los primeros minutos del choque y el aficionado/padre con licencia para salir de farra exige ir venciendo por tres goles de ventaja, que los camareros le rellenen el vaso con solo levantar una ceja y tener ya anotados en la agenda los teléfonos de varias mozas con edad de no haberse citado para la tercera dosis. Ignoran los trasnochadores aficionados que la liga se ha igualado, quizás por lo bajo, y que ya no se gana a los equipos al trote cochinero. Decía lo de quizás por lo bajo teniendo en cuenta el desempeño de los equipos españoles cuando salen de viaje a Europa y no hay forma de quitarse la sensación de que los rivales mantienen pulsada una combinación de teclas que les otorga hipervelocidad, disparo de fuego y morritos de protagonistas de comedia romántica. Uno, que anda mayor y resabiado, cree que es bueno que la liga esté disputada y que ganar en Pamplona o en Granada cueste sangre y sudores. También opina quien suscribe que no es malo que la clasificación ande apretada y que a la competición le sienta bien que haya varios equipos con opciones, aunque ya habrá tiempo para que los anfitriones de la sala del VAR pongan las cosas en su sitio interpretando, por ejemplo, que las manos de Piqué o Carvajal son menos manos que las de Lodi, tal vez porque el brasileño gaste manos de pelotari que seguramente tengan explicación en su conocido antepasado Koldo Renanlodietxea, originario de Rentería, cuyo hijo se marchó para Brasil en busca de fortuna, mestizaje libre y terreno virgen para correr como un carrilero largo. 

El otro aspecto a tener en cuenta es que parte de la hinchada ha llegado a interiorizar que la plantilla del Atleti para este año es la mejor de su historia porque lo llevan repitiendo meses contertulios que saben de incidencias acumuladas, de coladas y fajanas y de plantillas redondas. Los insignes tertulianos sostienen, mientras hacen tiempo entre los entrantes y la piedra caliente sobre la que someterán medio quilate de lomo alto de ternera del Guadarrama, que al Atleti hay que exigirle ganar siempre y jugar como la naranja mecánica, que tan mecánica no sería cuando el zumo de los títulos se mostró tan seco. No analizan en cambio, tal vez por no querer o por ser de mala educación un análisis de sobremesa entre regüeldos, que el equipo anda desequilibrado: cojo de laterales, escaso de centrales y superpoblado de mediapuntas (¡Ay!). Más allá de las oportunidades que ofrecía el mercado, el equipo necesitaba un tresillo, como decía aquel, y se trajo de vuelta a un francés que dividió a la afición, distraída en decidir si merecía ser pitado o directamente nos cagábamos en sus antepasados con la boca entornada. Todos los apasionados debates accesorios impiden descubrir que los tertulianos pretenden jugar con la ventaja y la barriga llena: perdiendo el equipo de sus amores, que suele ser el de siempre, es lógico porque el equipo de Simeone es mejor libra por libra. Si ganan, qué malo es el entrenador argentino con los mimbres que tenía y qué mérito tan enorme el de los suyos, jugando además en un estadio situado sobre un cementerio de cáscaras de pipas con sal. 



-¡Lo que nos faltaba, otro talibán en la defensa de Simeone! ¡Aburre usted, Don Emilio! ¡Aburre lo mismito que el Cholo! 

-Por no mandarle a freír monas, debo mandarle a usted a Manchester, a que se le turben los sentidos con el disfrute que el City de Pep proporciona. Dicen los más creyentes que no es difícil adivinar en la grada a un buen número de espectadores con los ojos en blanco mientras juntan los muslos. ¡Es el mayor éxtasis posible para los amantes del truquitaka y de los jerseys de pico!

Con estas premisas, uno considera que la temporada del Atleti ni es la que esperábamos ni tampoco merece un suicidio colectivo. A estas alturas, el equipo colecciona partidos y resultados más raros que un perro verde. Encuentros y marcadores desazonadores, que nos pillan con el pie cambiado las más de las veces. Muchos choques nos dejan una sensación parecida a la de reencontrarse con antiguos compañeros de colegio a los que no reconoces en esos señores calvos y barrigones que te hablan de cuando compartiais litronas juntos mientras piden un filete de pollo a la plancha sin sal. Lo más preocupante, dietas insulsas aparte, quizás sean ciertas señales de fragilidad y de falta de carácter que el conjunto muestra. Llegados a este punto merecen dudas la confección del elenco y las modificaciones en el sistema que ha habido que afrontar con el paso de las jornadas. Con la mitad del curso casi superado, uno no recuerda partidos absolutamente redondos, pero sí episodios muy meritorios de juego como contra el Barcelona, el Villarreal o la reacción contra el Liverpool en nuestro feudo hasta la expulsión del marido de Erika Choperena. También se recuerdan esperpentos infumables, especialmente concentrados en algunas primeras partes, muchas de ellas europeas, para más señas. En la parte positiva, destaca la capacidad de reacción del equipo para sobreponerse y dar la vuelta a los partidos y a los arbitrajes, algunos desquiciantes tirando a joputescos del inicio de temporada. En el plano negativo, preocupa enormemente el desempeño defensivo por encima de cualquier aspecto, pero también se echa de menos cierta falta de oficio, o más bien, se echa de menos a tipos como Gabi, Raúl García o Godín, tipos de los que alzan la voz, te agarran de la pechera y hasta te abofetean de manera didáctica si fuera necesario. Ante esta carencia, que el año pasado, quizás por ser un curso extraño de narices, no se convirtió en capital, deambula el equipo por los partidos inseguro, sea cual sea el marcador, y tiene uno la sensación de que el área propia se ha convertido en una reserva protegida de balones sueltos para ser cazados por cualquier delantero que pase por allí aunque sea a domiciliar el recibo del IBI. El abajo firmante, que ya peinaría canas si tuviera algo que peinar, cree firmemente que la mutación en flan de la defensa e incluso la impotencia de Oblak se encuentran alojadas en la sesera más que en la pizarra. No obstante, debo emplazarles a una segunda entrega de este análisis precipitado, poco simétrico y hasta aburrido. 

-¡Y ahora el tío lo deja aquí y se marcha, amenazando además con otro episodio! A mí esto de los segundos platos me suena a camelo. 

-No vuelvan si así lo consideran, que es cierto que los amores a doble partido no suelen funcionar. Salvo que se llame usted Carlo, claro. Eso sí que es volver sin la frente marchita. 

Permanezcan atentos. 


martes, 25 de mayo de 2021

Escribir sobre el Atleti

 

Uno deja de escribir sobre el Atleti con el escaso convencimiento con el que deja de fumar o de andar con buenísimas malas compañías. Sé de lo que les hablo: he dejado de fumar infinidad de veces. Casi una cada día. Una vez alejado de la nicotina, tu vida discurre en una constante búsqueda de la excusa precisa para volver. Puede ser en la boda de un primo lejano, ante la certeza de que llegados a este punto deberíamos divorciarnos o tras un gol del Osasuna en su primera llegada a puerta. El caso es que vuelves. Con más o menos remordimientos, pero vuelves. Tal vez prefieras engañar al mono con un puro, como hizo Savic, sabiendo que eso ya es volver.

Uno deja de escribir sobre el Atleti y se siente falsamente libre. Aparca la esclavitud semanal de sacarle punta a un partido que en ocasiones nace desmochado. Sobreviene, además, la pereza de saltar a la arena para debatir con los que creen que Diego Pablo es culpable de casi todo, incluso del hambre en el mundo. Anda uno mayor para batirse en duelo al amanecer en twitter y aguantar que algunos (uno quiere pensar que son bots de esos que se encuentran a un taxista marroquí o catalán que te invitan a la carrera) sentencien que a Simeone se le ha acabado el ciclo. Padre, perdónalos porque no saben quiénes son Ibagaza y Álvaro Novo.

Uno deja de escribir sobre el Atleti porque es torpe y le cuesta encontrar las palabras adecuadas para describir la presión que hemos tenido entre el pecho y el estómago los dos últimos meses. Porque no es capaz de explicar lo que se siente cuando el balón se estrelló en el palo en Elche ni la razón por la que el mismo desmarque de Llorente repetido hasta la saciedad se haya convertido en un arma de destrucción masiva contra centrales izquierdos. Las musas te esquivan sabiéndote desesperado y te falta el cuajo que tuvo Carrasco para detener el tiempo y levantar la mirada para ver a Luis Suárez con ganas de entrar en la historia.  

Uno deja de escribir sobre el Atleti porque la vida le atropella. Siente que todo va deprisa, incluso en este año de mierda que nos ha obligado a parar para seguir corriendo. Aun así, no entiende que las prisas justifiquen que haya quienes piensen que Saúl y Koke están ya muy vistos o que Angelito debería dejar de intentar lo imposible en cada control orientado. Se nos está quedando el patio lleno de consumidores de comida basura. De Chiringuitos y cortijos. De tertulianos y participantes de Mastechef con plaza de aparcamiento reservada. De seres, en suma, que no conocen lo que es marearse por el calor cuando el sol del Calderón rompía la línea de presión del marcador del fondo sur.

Llegados a este punto tras mencionar el sol del Calderón, el artículo bien merece una pausa para la hidratación. Si van a quejarse de que jugamos con ventaja, que sea con razón.


Uno deja de escribir sobre el Atleti y, por encima de todo, nota que algo se ha dejado por el camino. Ya no podrá rescatar al primer Joao de la temporada, un Joao que ojalá pueda volver tras dejar atrás los trotes desganados. No podrá maldecir la sanción de Trippier. No debatirá sobre la bonanza del sistema de tres centrales ni sobre si lo de Herrera es parsimonia o templanza. Es tarde para decidir si Kondogbia y Torreira sirven o no. Pasó el tiempo de repasar las notas del Extraño caso del Dr. Lemar y Mr. Hyde. No procede ahora hablar de la espantada de Diego Costa, del que uno esperaba más y quizás mucho menos. Queda demasiado en el tintero.

Uno deja de escribir sobre el Atleti sospechando que no habrá casi nadie al otro lado con ganas de oír lo sobradamente repetido. Que antes de Simeone éramos mucho pero éramos menos. Que hemos acortado los tiempos entre un campeonato de liga y el siguiente de forma increíble. Antes, de uno a otro pasábamos del biberón a una litrona de Mahou con la que pretendíamos olvidar el nombre de a la que prometimos amor eterno. Que luchar con Goliath y Goliath y sus aparatos de propaganda es un milagro recurrente al que nos hemos acostumbrado, quizás injustamente. Que suceda lo que suceda, en la banda está el hombre de negro para hacernos sentir orgullosos cada día de lo que vemos sobre el campo, primeras partes tiradas incluidas.  

Uno deja de escribir sobre el Atleti creyendo, quizás equivocadamente que el equipo campeón de este año no es tan bueno gramo por gramo como el del 96 o el del 14, lo que tiene muchísimo más mérito. Hace tiempo que descubrimos que la lógica y la razón, al igual que los árbitros dialogantes, no existen. Finaliza el plantel la temporada con un saco de goles perpetrados por el delantero gordo, viejo y acabado, por el mediocentro reconvertido ahora en estilete ofensivo que no servía en la orilla turbia de la vida, y por el belga al que China se le quedó grandísima. Mención aparte merece está lo de Correa, un tipo que siempre escapa a la razón. En el otro lado del campo están Jan y su guardaespaldas Stefan. La presencia de ambos probablemente explique todo lo ocurrido sin olvidarnos de los demás, pero lo de ellos bien merece llenarse los pulmones de humo.  

Uno deja de escribir sobre el Atleti sabiéndose en deuda con lo ocurrido en un año que siempre recordaremos. Viejos, pero nunca derrotados, aburriremos a nuestros nietos recordando el Panda de Filomena, los contactos no tan estrechos, el mucho VAR y poco bar de este año de locura. Contaremos que hubo una primera vuelta de ensueño y una segunda que se hizo larga. Hablaremos sobre la presión brutal que los nuestros tuvieron que soportar. Sobre el mal perder de los de siempre. Sobre los estadios vacíos y los terceros anfiteatros llenos antes de tiempo. Sobre una camiseta rojiblanca bajo un equipo de protección en la UCI. Sobre Suárez llorando sobre el césped y cómo las rayas de los colchones nos permitieron viajar estando confinados. Sobre la vida y el Atleti, que es lo mismo y sobre el puntín de Correa, que fue todo saliendo de la nada.

Uno deja de escribir sobre el Atleti durante cuatro años pero siempre vuelve, aunque sea solo una vez más. Y lo hace después de que el equipo escriba una nueva página para guardar en la memoria. Sepan en todo caso que uno, escriba o no, es del Atleti aunque gane.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Hablar con la familia


Me parece de un romántico que tira de espaldas que, en estos tiempos de Tinder y cuartos oscuros, vaya el Barça y se ponga a hablar con la familia de Griezmann. Es muy de valorar que las cosas se hagan como es debido, como se han hecho toda la vida. Uno se imagina a los representantes blaugranas asegurando que sus intenciones son formales mientras enumeran las hectáreas de tierra y cabezas de ganado que poseen. Todo alarde es poco para convencer a la novia, aunque ésta sea francés y además mediapunta de adopción y extremo de formación. No me sean antiguos, leñe. 

No es complicado visualizar a su familia, a la de la futura desposada digo, cambiando de actitud mientras la entrevista/proceso de venta se produce. La señora madre del galo va suavizando su postura corporal con el paso de los minutos. Seguramente se relama viendo la buena posición en la que su niño va a quedar, pese a sus orígenes humildes. Se acabó el presionar a campo completo siguiendo las indicaciones de ese enamorado del sudor llamado Simeone. El futuro pinta estrecho de esfuerzos. No hay más que ver lo bien que se conserva Arda Turan. Parece que el tiempo no haya pasado por él. Diríase que se ha quitado años de encima desde que salió del Atleti con el ánimo de atragantarse de triunfos. Está hecho un pincel, tieso por el desuso, pero pincel al fin y al cabo. 



Radicalmente distinta es la visión de la otra familia del delantero. La familia atlética, vamos. La de los celebradísimos gestores del club, quiero decir. Molestos, pero poco, por la osadía de ese equipo que presume ser más de un club, posan como si estuvieran enfurruñados y denuncian a la FIFA en voz bajita. Piensan que este tipo de cosas del corazón se solucionan de otras maneras. Otras más sencillas. Airear que desde el Mediterráneo quieren hablarse con Antoine les coloca en la incómoda posición de tener que pedir la cláusula de rescisión, so pena de quedar desairados ante los suyos (algo que nunca les importó lo más mínimo, por otro lado). Su enfado se sustenta sobre el hecho de que el aireo del noviazgo va a obligarles a ponerse estupendos a la hora de vender. "Si hubieran venido a nosotros de principio, otro gallo nos hubiera cantado", mascullan lamentando por si el negocio se frustrara. A ellos siempre les pudo más el bolsillo, si es de otros, que el alma. 

Uno solo espera que, puestos a reunir la dote para sellar el pacto sentimental, no intervenga el lenguaraz hermano del delantero como intermediario. Malo sería que la próxima boda se suspendiera por un mal tweet inoportuno. Cualquier día el zagal vuelve a acordarse de Manchester, de París o de cualquier otro pueblo con posibilidades. Recemos para que, para entonces, los novios ya se hayan encamado y no haya marcha atrás.